Hoy queremos trasmitiros el relato que nos ha escrito Adrián, un joven psicólogo con un máster en Sociología de las Políticas Públicas y Sociales el cual realizó sus prácticas en el Servicio de Estudios Sociales de nuestra institución. A raíz de su paso por nuestra casa, ha querido escribirnos un relato de cómo piensa y siente sobre el mundo que le rodea.
"Mi experiencia y mi desarrollo hasta esto que soy ahora, y que será distinto dentro de unos años, no pueden entenderse como ajenos a las condiciones sociales e históricas en las que se ha desarrollado y que la han conformado como tal. Nací en 1992, en el espacio intermedio entre unos padres formados en los últimos años de la dictadura (como la mayoría de la gente de una edad cercana a la mía) y el siglo XXI, que junto a la revolución tecnológica y de información ha traído la negación y la obsolescencia de todo lo previo a él, tanto a nivel material como inmaterial, en los mismos espacios.
Lo que nos toca vivir se enmarca dentro de un cuadro de alta inestabilidad. Se puede observar en las noticias, en la calle, en las relaciones personales, en los centros de trabajo y en casi cualquier sitio al que se mire detenidamente. Las historias de éxito y las de fracaso, siempre interpretando ambos conceptos como éxito o fracaso material, se alternan tanto en la realidad cotidiana como en la representación de la realidad ofrecida a través de los medios de comunicación.
Sin embargo, hay una realidad alternativa de la que incluso nosotros nos consideramos a salvo, una realidad que rechazamos atribuyendo a los individuos la completa responsabilidad de su suerte y obviando las responsabilidades del sistema social en el que esos individuos conviven y con el que interactúan.
Amplias capas de la población de nuestro país, y de muchos de los países de occidente, pensaban antes de estallar la crisis en 2008 que el paro, la exclusión o la pobreza eran directamente atribuibles a las características personales de los individuos que pertenecían a esos grupos y a sus conductas. Sin embargo, esa crisis, y todo el camino recorrido hasta ahora, nos ha enfrentado contra una realidad a la que hemos sido ajenos, o hemos querido serlo, desde el lado de la barrera al que la miseria no llega.
La noción de éxito implica una noción de fracaso, y nadie quiere estar en el segundo grupo. Nadie quiere ser la prostituta, el adicto a la heroína, a la cocaína o al alcohol, el inmigrante, el refugiado, el sintecho, o el niño senegalés de tres meses que hace semanas que no come y está llorando en la cama de un hospital sin equipamiento médico con moscas en la cara…se quiere ser Steve Jobs, Bill Gates o DiCaprio en El lobo de Wall Street y no el que empuja un carro lleno de mantas y cartones por el centro de la ciudad en dirección a alguna parte o quizá solamente en dirección.
Los perdedores de ese sueño están en nuestras calles, han estado siempre y probablemente lo estén siempre, quizá es el vecino del segundo, o un primo o un hermano, quizá eres tú dentro de diez años. Los ganadores están en sitios donde nadie los ve; mirando la ciudad desde la azotea de un rascacielos o en un deportivo con las lunas tintadas. Probablemente ni tu vecino ni tu hermano ni tú lo seáis nunca. No juegues el juego de ese sueño porque vas a perderlo, y si no te conviertes en ese que arrastra un carro por el centro de la ciudad si rogarás por no serlo, y te perderás a ti mismo en esa huida.
Pese a que las cuestiones y los caminos de la fe me son ajenos, la tarea desarrollada por otros tomando la fe como punto de apoyo para ayudar al prójimo y darle las herramientas y cuidados que necesita no lo son. A veces solamente las palabras y un poco de tiempo son el bálsamo más potente para quienes necesitan palabras y tiempo para dejar de habitar un infierno en el que no hay fuego.
Yo soy un descreído, y donde otros ven la obra de Dios yo veo algo bello, pero en definitiva vemos lo mismo desde prismas diferentes. Afortunadamente pude colaborar con mi visión en la de otros intentando hacer algo bello, y algo de esos otros también impactó en mí, no sé exactamente dónde, pero debió ser muy adentro porque sirvió para replantearme muchas de las cosas en las que creía e incluso sustituir algunas por otras que no había imaginado nunca.
Lo dejo aquí, sin nombres ni referencias. Solamente decir sinceramente que tuve suerte y que las personas a la que atendéis tienen todavía aún más de que trabajéis para hacerles el calor de esos infiernos invisibles un poco más llevadero."