Continuamos con nuestra serie de artículos sobre otros territorios, para conocer cómo viven estos tiempos de cuarentena, cómo cambia la vida en otros países y, sobre todo, cómo afectan esos cambios a las vidas de nuestros hermanos. Siempre desde la mirada de Cáritas de la Caridad Universal.
En estos tiempos complicados no queremos olvidar dos temas que nos preocupan y mucho: la migración y el refugio. Y es que muchas cosas se han detenido en este tiempo: las administraciones nacionales y por supuesto las fronteras. La situación ha provocado un descenso en la llegada de migrantes y por ende, de solicitantes de asilo. Vamos a profundizar sobre ello.
Comenzamos con un dato evidente. En el periodo comprendido entre el 16 y el 22 de marzo, únicamente 25 personas solicitaron asilo, cuando la semana inmediatamente anterior lo habían solicitado 3.600. Cabe recordar que a diferencia de lo que se cree, en España la mayoría de las personas que recurren a esta solicitud proceden de Venezuela, Colombia o países centroamericanos que llegan, naturalmente, por avión. Es cierto que la vía de entrada por Canarias se ha mantenido activa (casi 700 personas en mes y medio). Pero si miramos las cifras del cómputo general del 2020, hasta el 30 de abril han llegado a España un 24% menos de migrantes que en el mismo periodo de 2019. Cierto es que la situación de la frontera Sur ha sido también complicada y diferente desde finales de marzo: confinamiento en Marruecos, cierre de fronteras en Senegal, Mauritania, Libia… Es como si el mundo, la movilidad y las gestiones se hubieran paralizado. Pero, ¿y los derechos? Y esto nos lleva a hablar de la situación de los refugiados en Grecia.
Echemos un vistazo a Grecia y sus campos de refugiados. Un país que recibió, en todo el 2019 y enero de 2020: 78.000 personas. La gran mayoría de ellas está atrapada en las islas y esta cuarentena les llegó con una situación cuanto menos peculiar. Sigamos profundizando, a principios de marzo, Turquía -gran aliado y receptor de fondos de la UE- abrió el camino a la UE y Grecia desplegó sus antidisturbios en la frontera. Cabe preguntarnos: ¿por qué lo hizo Ankara? Seguramente fuera para recriminar a la UE que no le apoyara en su lucha contra el régimen de Damasco. Y en medio de las estrategias políticas, ¿qué pasa con las personas que buscan refugio y que huyen de la guerra y el hambre?
En las islas se cerraron los campos de refugiados a cal y canto. Lesbos, la isla con mayor número de migrantes, contaba con 27.000 personas en sus campos. A ellas hay que añadir las más de 10.000 personas apiñadas en campos de Olivos, durmiendo bajo precarios techos. A estos hay que sumarles los 1.200 menores no acompañados que están en el campo de refugiados de Moria. Y en toda la isla se habla de que hay más de 4.000 menores solos. Conviene recordar en este punto que los Estados están obligados a respetar y a tomar medidas para que se respeten los derechos fundamentales de estos niños y jóvenes -por encima de su condición de migrante-. En la isla de Chios (isla al sur de Lesbos), el campo de refugiados multiplica por cinco su capacidad, imaginemos entonces las condiciones de vida en el mismo. Ante esto, la Unión Europea por el momento no va acoger a 1.600 menores en países del centro y del norte de su continente.
¿Y en Cáritas? ¿Cómo trabajamos por los derechos de estas personas? Trabajamos en el terrero directamente, a través de nuestras Cáritas hermanas. En las islas, Cáritas Grecia, en este tiempo de confinamiento cuenta con una organización de “teletrabajo” ejemplar que proporciona apoyo laboral y legal, clases de griego e inglés, apoyo psicológico, apoyo escolar a menores vía WhatsApp, asesoramiento en temas del COVID-19, todo ello en diferentes idiomas. ¿Y a nivel Europeo? ¿Qué hace Cáritas? Nuestra entidad es entonces cuando pone en práctica una de sus principales misiones: la denuncia profética. A primeros de abril y junto a doscientas organizaciones lanzó una petición para reubicar a las personas que malviven en los campos. Era una reivindicación clara por la dignidad y los derechos de todas esas personas. La petición ponía de manifiesto que el hacinamiento no debería darse nunca, pero en tiempos de pandemia agravaba la situación aún más.
Somos rotundos porque nuestra Doctrina Social es clara y como Iglesia mantenemos una postura de manos abiertas, de denuncia y de salvaguarda de la dignidad de cada persona. Como entidad confederal participamos en los foros de Cáritas Europa y Caritas Internationalis. En lo personal y comunitario, como cristianos, debemos mirar de frente la migración y ser capaces de acoger sinceramente abriendo el corazón al que huye, al diferente, al que busca acogida y aliento. Y debemos hacer nuestras las palabras que nos ha dicho el papa Francisco, nuestro pastor: acoger, proteger, promover e integrar. Cuatro verbos que no son optativos para los que formamos la Iglesia, son imperativos.
“Cada ser humano es hijo de Dios. el emigrante y el refugiado no es un problema que debe ser afrontado, sino son un hermano y una hermana que deben ser acogidos, respetados y amados, una ocasión que la Providencia nos ofrece para contribuir a la construcción de una sociedad más justa, una democracia más plena, un país más solidario, un mundo más fraterno y una comunidad cristiana más abierta, de acuerdo con el evangelio”.
Papa Francisco, 2014.
Gracias a nuestra compañera de Cáritas Española, Carmen Gómez de Barreda, por trasladarnos la información sobre la situación en las islas griegas.
Carmelo Crespo Zaldívar
Técnico Cooperación de CDZ