El responsable voluntrario de Animación Comunitaria de Cáirtas Zaragoza, Ramón Sabaté Ibarz, ha publicado un artículo para Iglesia en Aragón con motivo de la celebración de la Jornada Mundial de los Pobres, que se celebró el pasado domingo 18 de noviembre, y que queremos compartir con vosotros.
Nuestro
acercamiento a la realidad de la pobreza acostumbramos a hacerlo apoyándonos
con excesiva frecuencia sólo en las estadísticas. Corremos así el riesgo de
quedarnos paralizados en fríos análisis comparativos. Escuchamos y leemos con
relativa preocupación números y gráficos que nos dibujan un aspecto nada
halagüeño de nuestra sociedad polarizada en la acumulación de riqueza en manos
de unos pocos y la extensión de la pobreza entre muchos.
Sin
embargo, tal como nos señala el Papa Francisco en su mensaje con motivo de la
II Jornada Mundial de los Pobres, de inminente celebración, estamos llamados a
encontrar las diversas situaciones de sufrimiento y marginación en las que
viven tantos conciudadanos nuestros, hermanos y hermanas, que habitualmente
designamos con el término general de pobres.
Deberíamos
subrayar la expresión “estamos llamados a encontrar”. Es decir, debemos andar
listos para visualizar, salir de nuestro confort, descubrir, abrir el corazón a
las situaciones de pobreza que nos rodean y actuar en consecuencia.
El
hecho sin paliativos de la pobreza no se agota ni mucho menos en las
“clamantes” situaciones de carencia económica en la que viven millones de
hermanos y hermanas nuestros, víctimas de una distribución de la riqueza
injusta y que necesitan urgentes actuaciones sociales y políticas para
devolverles la dignidad los derechos que
les corresponden.
Es
necesario ampliar el horizonte de análisis de la realidad y comprobar cómo en
nuestro agitado mundo del siglo XXI, entrecruzado por múltiples y sorprendentes
avances tecnológicos, el abanico de las situaciones de pobreza se va abriendo
cada vez más.
El
término “pobre” deriva del latino “pauper”, es decir, “el que produce poco” y
en un principio se aplicaba como adjetivo o bien a la tierra o bien a los
animales. Con el tiempo se aplicó a quienes no podían producir y por tanto
carecían de lo más elemental para la subsistencia, es decir, a los seres
humanos. Partiendo de este concepto todos estamos tal vez hoy más que nunca o
bien expuestos o bien enmarcados dentro de situaciones de pobreza.
Cuando
se nos pretende hurtar una buena formación cultural, cuando estamos rodeados
por doquier de noticias falsas que nos impiden aproximarnos a la verdad, cuando
nos vemos rodeados de situaciones de intoxicación informativa o nos vemos
engañados por situaciones políticas marcadas por la superficialidad y hasta por
la corrupción, estamos socialmente empobrecidos. Un sistema depredador de la
naturaleza nos genera una pobreza ecológica en la que estamos todos inmersos y
principalmente los más desfavorecidos. El individualismo y el egoísmo nos
conducen a generar soledad y abandono, en definitiva, una pobreza de espíritu y
de ánimo ante la que tantas veces estamos insensibles. Cuando escuchamos
discursos generadores de odio, de aporofobia o xenofobia y de exclusión bajo el
señuelo de apropiaciones de banderas y patrias excluyentes, estamos cayendo en
pobrezas de valores humanos esenciales para la convivencia.
Nos
corresponde estar atentos y vigilantes para fortalecer nuestro tejido social,
nuestro proceder solidario, nuestro espíritu crítico, nuestra madurez de
pensamiento y nuestra valentía para la denuncia. En ello reside nuestra
esperanza para superar estas crisis ya no sólo económicas, sino sociales y políticas.
Cuando se vislumbran señales de tormenta como las actuales conviene tener
referentes sólidos que permitan saber que hay un horizonte limpio más allá de
los nubarrones amenazantes. Necesitamos salir de la indiferencia, conmovernos
al ver la realidad de este universo de pobreza en el que quienes más la sufren,
al fin y al cabo, son los marginados, los olvidados, los que yacen al borde del
camino. A ello nos invita continuamente el Papa Francisco. Necesitamos saber
compaginar la compasión profundamente entendida con el trabajo por la justicia.
Ahí reside la base profunda de la caridad cristiana.
Pobres
humanos, sobre todo, pobres humanos pobres acabo de leer en una novela de
reciente aparición. Urge actuar para deshacer esta adherencia simbiótica entre
pobreza y humanidad.