La migración es uno de los problemas
más serios de nuestro tiempo y se ha convertido en un problema a nivel
mundial. Plantea interrogantes acerca de
la humanidad, del sentido de fraternidad y nuestra capacidad para empatizar con
el prójimo.
En nuestras Cáritas parroquiales
son cada vez más habituales los casos de migrantes que por diversos motivos
deben abandona
r a su familia y su país en busca de una vida mejor. Detrás de
cada una de estas personas hay una historia personal, muchas veces complicada,
pero de incalculable valor. Hoy queremos contaros el testimonio de uno de
ellos.
Tengo 37 años. En Septiembre de 2013 acudí por primera vez a Cáritas
con mi mujer de 33 años y mis cuatro hijos menores. Habíamos llegado a Zaragoza
provenientes desde Siria solicitando asilo político.
Ante el conflicto armado que vivíamos en nuestro país, tomé la decisión
de huir y traerme a mi familia. No nos vinimos solos, mi suegra y mi cuñado nos
acompañaron y por aquel entonces otros familiares ya llevaban viviendo unos
meses en Zaragoza. La llegada no
fue fácil, España
sólo tiene centros
de acogida para refugiados en tres ciudades y en
Zaragoza no existe ningún recurso especializado ante estas situaciones por lo
que nos pusimos a vivir en una casa compartida con otros compatriotas.
Llevábamos algunos ahorros para poder pagar la habitación donde dormíamos
los seis pero
llegó un momento
en que la
situación era insostenible
tanto para nosotros
como para los
que nos habían acogido, por lo
que me decidí a solicitar ayuda en Cáritas.
Nos ayudaron a conseguir una vivienda de alojamiento temporal de otra
entidad social hasta que nuestra situación administrativa fuera regular y, por
lo tanto, pudiéramos acceder a las ayudas y recursos de los servicios sociales.
Durante este tiempo el papel de Cáritas fue imprescindible para nuestra
familia. No sólo porque nos
han ayudado a
cubrir nuestras necesidades
más básicas (y
las de nuestros
hijos) sino porque
nos hemos sentido apoyados, acompañados, queridos...
Actualmente mi mujer
y yo acudimos
a clases de
español y hemos
mejorado mucho a
la hora de
expresarnos. Nunca hemos
querido tirar la
toalla. Gracias a
Cáritas he realizado
un curso de formación y participaré en un proceso dentro del Itinerario
de Inserción Laboral. En la actualidad, gracias a todos los que han confiado en
nosotros, estamos más estables.