08 enero, 2019

Trabajamos con las personas: el caso de Fátima

En Cáritas tenemos la suerte de trabajar con y para las personas. Cada una de las personas con las que trabajamos nos ayuda a mejorar como profesionales y como hermanos.

Gracias a todas ellas, nuestra vocación se hace realidad. Detrás de cada persona que acompañamos hay una historia de vida que nos humaniza.  Fátima ha querido dejarnos su testimonio por si puede ayudar a otros.  Desde Cáritas agradecemos su fortaleza y  humanidad.


Soy universitaria y trabajé más de diez años en un servicio especializado de un hospital. Vine a España huyendo de la falta de dignidad y libertad que tenemos las mujeres en mi país. Estuve casada con un hombre que no me permitía pensar, todo tenía que ser como él decía. Es funcionario de alto rango y estaba acostumbrado a que le obedecieran. Tengo tres hijos y me divorcié después de mucho tiempo aguantando todo tipo de malos tratos.



Vine a este país con mis tres hijos hace alrededor de dos años y medio y traje todo el dinero que había podido ahorrar. Eso me dio para vivir durante dos años, al final de los cuales tuve que solicitar ayuda. No puedo trabajar porque estoy en situación administrativa irregular y comencé a hacer cursos mientras los chicos iban al colegio. En esos dos años me relacioné con muy poca gente, andaba temerosa y además mi marido me había hecho creer que no servía para nada. Nuestra situación familiar se deterioró cuando se acabó el dinero, mi hijo mayor, de quince años, decidió volverse con mis padres una vez terminada la educación secundaria obligatoria.



En los cursos que realicé conocí a una compañera que me habló de Cáritas y acudí. Desde entonces mi estado anímico ha mejorado, estoy viviendo en un piso de las Hermanas de la Caridad con mis dos hijos. Este curso he terminado 3º de la ESO y voy a seguir estudiando porque quiero salir adelante y que mis hijos hagan lo mismo. Me hubiera gustado poder convalidar mi título y así haber podido trabajar en lo que yo estoy especializada y devolver a este país algo de la ayuda que me están prestando, pero al ser eso muy difícil he optado por estudiar lo que ya estudié y sacarme algún título que me capacite aquí para ejercer.



Hoy, gracias a Dios y al acompañamiento recibido, me siento fuerte para conseguir una vida mejor para mí y mis hijos. Puedo abrazarles con libertad sin tener represalias, hablar con los profesores de todas las facetas con libertad al igual que con mis hijos. Sólo siento no haber tomado la decisión unos años antes para que mis hijos hubieran sufrido menos. He ganado en libertad, alegría y dignidad. Gracias, sólo necesito de sus oraciones.