En Cáritas tenemos la suerte de trabajar con y para las personas. Cada una de las personas con las que trabajamos nos ayuda a mejorar como profesionales y como hermanos.
Gracias a todas ellas, nuestra vocación se hace realidad. Detrás de cada persona que acompañamos hay una historia de vida que nos humaniza. Fátima ha querido dejarnos su testimonio por si puede ayudar a otros. Desde Cáritas agradecemos su fortaleza y humanidad.
Gracias a todas ellas, nuestra vocación se hace realidad. Detrás de cada persona que acompañamos hay una historia de vida que nos humaniza. Fátima ha querido dejarnos su testimonio por si puede ayudar a otros. Desde Cáritas agradecemos su fortaleza y humanidad.
Soy universitaria y trabajé más de diez
años en un servicio especializado de un hospital. Vine a España huyendo de la
falta de dignidad y libertad que tenemos las mujeres en mi país. Estuve casada
con un hombre que no me permitía pensar, todo tenía que ser como él decía. Es
funcionario de alto rango y estaba acostumbrado a que le obedecieran. Tengo
tres hijos y me divorcié después de mucho tiempo aguantando todo tipo de malos
tratos.
Vine a este país con mis tres hijos hace
alrededor de dos años y medio y traje todo el dinero que había podido ahorrar.
Eso me dio para vivir durante dos años, al final de los cuales tuve que
solicitar ayuda. No puedo trabajar porque estoy en situación administrativa irregular
y comencé a hacer cursos mientras los chicos iban al colegio. En esos dos años
me relacioné con muy poca gente, andaba temerosa y además mi marido me había
hecho creer que no servía para nada. Nuestra situación familiar se deterioró
cuando se acabó el dinero, mi hijo mayor, de quince años, decidió volverse con
mis padres una vez terminada la educación secundaria obligatoria.
En los cursos que realicé conocí a una
compañera que me habló de Cáritas y acudí. Desde entonces mi estado anímico ha
mejorado, estoy viviendo en un piso de las Hermanas de la Caridad con mis dos
hijos. Este curso he terminado 3º de la ESO y voy a seguir estudiando porque
quiero salir adelante y que mis hijos hagan lo mismo. Me hubiera gustado poder
convalidar mi título y así haber podido trabajar en lo que yo estoy
especializada y devolver a este país algo de la ayuda que me están prestando,
pero al ser eso muy difícil he optado por estudiar lo que ya estudié y sacarme
algún título que me capacite aquí para ejercer.
Hoy, gracias a Dios y al acompañamiento
recibido, me siento fuerte para conseguir una vida mejor para mí y mis hijos.
Puedo abrazarles con libertad sin tener represalias, hablar con los profesores de
todas las facetas con libertad al igual que con mis hijos. Sólo siento no haber
tomado la decisión unos años antes para que mis hijos hubieran sufrido menos.
He ganado en libertad, alegría y dignidad. Gracias, sólo necesito de sus
oraciones.