<< Vivimos en la época de la globalización y hemos globalizado también la indiferencia, que nos lleva a preocuparnos solo de nosotros y nos vuelve insensibles al sufrimiento de los demás.
Martín Luther King decía: “No me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena”. Somos guardianes del bienestar de nuestros hermanos y hermanas, somos guardianes de sus derechos. Porque este mundo es una familia en la que las diferencias de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política, origen nacional o social, posición económica, etc., son accidentales y enriquecedoras.
Cuentan de un agricultor que siempre conseguía las mejores semillas de maíz en todos los concursos. Y lejos de guardárselas para él, las repartía también con todos los vecinos de su finca. Y al preguntarle el por qué, respondía: “Es que así, sus plantas, que son las mejores, también polinizan a las mías, y todos salimos ganando”.
O vivimos en fraternidad, considerando a los demás nuestros hermanos, y no nuestros enemigos, o tendremos que vivir en castillos, rodeados de alambradas. Pero las personas no estamos hechas para la soledad, sino para la sociedad y la solidaridad, para la relación.
Una relación que nos viene porque todos pertenecemos a la familia humana. Todos los hombres y mujeres somos hermanos que poblamos este planeta y hemos de hacer posible que desaparezcan las grandes y graves diferencias entre unos y otros.
Porque una fraternidad sin igualdad es falsa. La fórmula la aporta la física: “los vasos comunicantes”. >>
- Extracto del Boletín semestral nº 57 de Cáritas Diocesana de Zaragoza -