Petri Used y una voluntaria de Cáritas |
La familia siempre ha sido considerada como “la célula básica sobre la que se asienta la sociedad”. Las virtudes y defectos de la familia repercuten directamente en la evolución de la sociedad y, al contrario, los retos que atraviesa la sociedad repercuten en la familia. La familia hace a la sociedad y la sociedad condiciona a la familia.
Una característica fundamental de la persona, ya desde sus inicios, es la libertad. Pero conlleva una necesidad: educar para saber ejercer esa libertad. En este proceso formativo hay que fomentar valores y eliminar vicios, abrir puertas a la creatividad personal y cerrar posibles desviaciones. Es el mundo de las permisiones y de las negaciones. Dentro del ambiente familiar hay múltiples formas de relación padres hijos. Hay que evitar el peligro de frustración por la mala educación de “caprichos”. La consecución de los caprichos puede hacer una cadena que se convierta en hábito para toda la vida. Y la sociedad no está dispuesta a tolerar caprichos ajenos, además de una deformación de la propia personalidad. Petri Used nos hablaba de los beneficios de los “noes” aplicados a tiempo.
Saber aceptar el sacrificio y el sufrimiento como algo natural en el proceso humano fortalece al hijo y le prepara para integrarse en una sociedad donde no todo es color de rosa.
De todo ello se desprende que ha de haber una relación progresiva entre la niñez, la pubertad, la adolescencia y la juventud. Cada una de ellas hereda un cúmulo de características de la etapa anterior. Es el saber sembrar pensando en lo que un día se quiere recoger. Quien en las etapas iniciales permite todo, es muy difícil que en las etapas de adolescencia o juventud tenga autoridad para negar. Ya se han adquirido unos hábitos que esperan, y con frecuencia exigen, unas respuestas acostumbradas.
En este ambiente familiar en el que nos encontramos los presentes es fácil ejercer la “función nutritiva”. Tenemos los medios económicos suficientes. Es más complicado ejercer la “función normativa”. Esa tan necesaria para saber comportarnos con uno mismo y con la misma sociedad. Las leyes son normas imprescindibles para saber convivir y relacionarse. Bien por el miedo a la reacción de los hijos, bien por no querer privarnos de algunos de sus afectos, bien por la falta de autoridad, o bien por una educación floja en valores, con frecuencia somos demasiado tolerantes con las normas.
Dentro de todo este proceso de educación en familia, ocupan un lugar cada vez más preponderante los abuelos. Son una prolongación de los padres y a veces casi una sustitución. En la educación de los hijos ha de haber un acuerdo entre padres y abuelos, ni caminos paralelos y menos aún divergentes. Si el cuidado de los abuelos es puntual y transitorio deberán seguir las pautas de los padres. Si, por el contrario, el cuidado de los abuelos para con los nietos es permanente, ya no pueden prescindir de su personalidad y jerarquía de valores. Se educa y se transmite por contacto y si el contacto es continuo… En casos así los padres han de aceptar unas condiciones si no quieren prescindir de la compañía de los abuelos. Los abuelos no son unos “pasotas” que toleran todo, ni unos simples espectadores. Educan y atienden pero desde sus propias circunstancias.
Con estos y otros temas de sumo interés fue disertando la presentadora, para pasar, finalmente, a ruegos y preguntas de los asistentes.
Gracias a Petri Used y gracias al equipo parroquial de cáritas que nos ofrece estas oportunidades de reflexión.
Afrodisio Hernández Casero
(Párroco de Ntra. Sra. de la Almudena y Consiliario de Cáritas Parroquial)
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