01 agosto, 2013

Día grande en el campo de trabajo, vamos a Ramallah: diario del día 31



Banderas palestinas en Ramallah

Hoy también escribo en el autobús a Jerusalém, os podría contar algo del check point, pero esto no forma parte del día de ayer.

Ramallah era nuestro destino. Para empezar, me gustaría destacar que tuvimos que cambiar la ruta planeada porque el check point estaba cerrado. Creo que es intolerable que, en pleno siglo XXI, una persona no pueda ir a una ciudad por el camino corto porque esa carretera ha sido cortada por militares.

 Cuando llegamos tuvimos una conferencia con el personal de Cáritas Jerusalém, en Ramallah, y nos mostraron todas las actividades que llevan a cabo. Posteriormente, el padre Raed nos habló sobre la situación de la zona, las peregrinaciones...

Antes de la comida acudimos a un centro para personas mayores que viven solos porque no tienen familia. Estuvimos con ellos bailando las danzas típicas. Un momento muy emotivo para todos, y en especial para alguno de ellos, que tenían los ojos llorosos. Aprovechamos la ocasión y comimos también con ellos.

Al terminar, acudió a este lugar Abel, un palestino residente en Valencia que se encontraba en la ciudad de vacaciones. Fue una grata sorpresa porque fue él  quien nos dió la charla sobre la historia de  Palestina y sobre la cultura de esta zona.




Posteriormente vimos el centro de Ramallah, las dos plazas más famosas (una de ellas, la de los cuatro leones,y la otra con una bandera que representaba la resistencia del pueblo palestino).

 Además visitamos la tumba de Yasser Arafat.

 Después mantuvimos un coloquio con un grupo de jóvenes de Ramallah. Fue muy interesante oír las respuestas a algunas preguntas. Al concluir con esta actividad, acudimos a la misa que celebró el padre Raed.

 Quiero destacar que, antes de dar la bendición final, hizo una referencia a la Virgen del Pilar y al manto que llevaba –el día que el P. Raed visitó Zaragoza- donado por  Cáritas Jerusalém y elaborado por mujeres de Ramallah.

 Por fin cenamos en Ramallah y, para finalizar, nos dieron un helado de una heladería muy famosa de la ciudad y realmente estaba muy bueno. Una muestra más de la exquisita hospitalidad palestina.

 Cuando llegamos a Beit Sahour nos bajamos los chicos junto con dos chicas, que también viven en nuestro pueblo (recordar que la parroquia está en Beit Jala pero nosotros vivimos en Beit Sahour). A una de ellas le recogían donde nos dejó el autobús, pero a la otra no. Asi que, como somos buenos caballeros, la acompañamos hasta casa. De camino a su casa hizo dos llamadas pero no sabíamos a quién, ni qué decía. Nuestra sorpresa fue cuando al llegar a su casa estaba su madre con sus hermanas en la puerta esperándonos. Después de saludarlas, nos invitaron a entrar y tomar un zumo con la familia (dentro estaba el padre). Después de acabar el zumo, intuímos que querían que nos quedásemos a cenar. Les dijimos que ya se nos hacía tarde y que nos esperaban en casa. Esta es una situación anecdótica del campo de trabajo; los palestinos son gente acogedora





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