

Las demoledoras cifras, que en la charla conocimos, nos llevan a preguntarnos qué podemos hacer los que andamos en el llamado “primer mundo”, para frenar al menos el aumento de las desigualdades. Y aunque pensemos que no es algo que esté en nuestra mano, descubrimos que en los pequeños gestos está la clave para empezar a transformar algo que urge, que no puede esperar: el derecho de todo ser humano a tener acceso a los alimentos que la tierra proporciona para poder vivir dignamente en cualquier rincón del mundo.
Así pues, iniciemos ese cambio en cada una de nuestras acciones cotidianas: compremos sólo lo que necesitemos, adquiramos productos que beneficien al comerciante local, apostemos por el comercio justo,… En definitiva, promovamos el consumo responsable para alcanzar el bien común.
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