14 mayo, 2008

LA MADRE SE CONVIRTIÓ EN MONSTRUO Y LA BELLEZA EN BESTIA

Cáritas Internationalis acaba de difundir el testimonio anónimo que se ha recibido en Roma de un trabajador local de la red humanitaria de la Iglesia católica en Birmania que colabora en el plan de respuesta humanitaria a la emergencia causada por el ciclón “Nargis”. Este el contenido íntegro de ese relato:

«Gracias a todos ustedes por sus mensajes de interés, apoyo y solidaridad. El pueblo birmano les necesita, así como la solidaridad de todos.
En estos momentos estoy totalmente sumergido en el trabajo, tras una jornada en la que acudí a la oficina del Comité de Ayuda a la Emergencia [de la Iglesia católica], a donde acompañé a algunas personas para una reunión urgente de seguimiento de la crisis con el señor arzobispo. Yo estoy ayudando a adiestrar a los voluntarios, además de colaborar en los trabajos de ayuda a las víctimas y realizar una estimación de los daños registrados. También trabajo en la puesta a punto del llamamiento de ayuda a la red internacional de Cáritas.
En los últimos seis días he estado visitando varias de las zonas afectadas y ahora estoy de regreso. Espero disponer del tiempo necesario para redactar un informe de situación más largo y detallado.
Hoy tuvimos también un encuentro con algunos colaboradores y mañana tendré una sesión de formación de otros 40 voluntarios. Ya que casi nadie aquí tiene experiencia en la respuesta a las catástrofes, incluso mi poca experiencia resulta de gran utilidad.
No es necesario explicar cómo Birmania llora hoy y cómo las lágrimas de tantos inocentes apelan a nuestra sensibilidad. Estoy viendo sufrir a este pueblo, a esta buena gente. Cuando vemos cómo la naturaleza viene a agravar su agonía, nuestro corazón cae víctima de la desesperación.
Acabo de regresar de una de las zonas más afectadas, donde casi 30.000 personas han encontrado su tumba bajo las aguas. En Kyaiklatt, Phaypon, Bogalay y las localidades vecinas, han perecido miles de personas. Pudimos llegar hasta la lejana Phyapon, bajando por el río Irawady, sobre el que, en torno a nuestra embarcación, flotaban cadáveres de seres humanos y de animales. Llegamos a un poblado arrasado, donde éramos las primeras personas que los damnificados veían llegar con ayuda. El ciclón Nargis los golpeó, los arrasó, los aturdió y… siguen desconcertados. En un espectáculo dantesco, de profunda “conmoción e impresión”. La fuerza de la naturaleza atacó a estos desventurados durante la noche. El embate llegó desde el mar, a través del río y por el aire, con vientos que aullaban amenazadores y que, con una fuerza devastadora, destruyeron todo el poblado, que quedó como si hubiera sufrido un bombardeo.

Es un panorama desolador incluso para mis ojos, que ya han visto el tsunami y el terremoto de Cachemira. ¡Es una visión realmente insoportable! La naturaleza ha desencadenado una orgía de muertes y estragos, dejando en estado agónico a un pueblo que ya estaba sufriendo tanto. Ayer, con lágrimas en los ojos, algunas mujeres me contaron cómo las aguas les arrebataron a sus bebés de sus pechos.
Mientras nuestra embarcación seguía adelante, nos cruzamos con el cadáver a la deriva de un niño de unos cinco años. Era el hijo de alguna madre que estaba de luto en algún lugar, mientras el cuerpo de ese niño seguía flotando, en aguas desconocidas, esperando un entierro, sin que nadie pudiese llorarle ni cantarle…
La gente no tiene agua para beber. Sus viviendas han quedado completamente destruidas y los escombros, que comienzan a pudrirse en los terrenos inundados por las aguas, emanan un fuerte olor. No hay comida. Vimos a los niños mordisqueando cáscaras de coco. Hay animales muertos por todas partes. La gente no se siente ni con fuerzas ni ganas de enterrarlos. Había muchos refugiados acogidos en iglesias y monasterios sin techo, que todavía no han recibido ayuda.
Estamos haciendo lo posible en Birmania por responder a esta catástrofe. Los últimos dos días hemos conseguido llegar hasta personas que se estaba muriendo de hambre. Los precios del gasóleo se han disparado y además es difícil encontrarlo, por lo que el transporte representa un serio un problema. Sigue sin haber corriente eléctrica, ni agua, ni siquiera en Yangón.
Birmania está de luto. El balance de las víctimas asciende ahora a 80.000 y seguimos contando. El gran Irawady era como una madre para estas personas. Les daba comida, transporte fluvial, serpenteando majestuoso entre algunos de los más hermosos arrozales de todo el mundo. El delta era de una belleza extraordinaria, antes de que el Irawady cayera víctima de los ‘encantos’ de Nargis. Entonces la madre se convirtió en monstruo y la belleza en bestia. Las tierras y los campos fueron violados aquella noche. Pasará mucho tiempo antes de que la gente pueda volver a la normalidad. Se necesitará la solidaridad de todos y no sólo para remediar las necesidades materiales.
Les tendré puntualmente informados en cuando pueda volver a usar internet. Estén seguros de que la población birmana les agradecerá todo lo que puedan hacer por ella.
En un rincón remoto, vadeando entre el fango, conseguimos llegar a una pequeña iglesia destruida, en la que algunos damnificados esperaban recibir ayuda. Cuando llegamos, nos recibieron llenos de gratitud y nos sirvieron una taza de té birmano, que era lo único que tenían.
¡Qué este gran pueblo pueda ver la luz! Un saludo.»

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