Nuestro punto de partida fue junto a la Aljafería. De allí salimos en una furgoneta y dos coches. Éramos en total 15, entre el equipo de Cáritas, familias de internos de Daroca y Zuera, personas ya en libertad y uno disfrutando de permiso. Algunos nos fuimos conociendo en el camino.
Al llegar a El Frago, encontramos una magnífica arboleda de chopos centenarios junto al río Arba, mesas y merenderos que el pueblo considera zona recreativa. Rodeado de extensos bosques, hacen del lugar un sitio privilegiado. Nos atrajo la sencillez y naturalidad del paisaje, el pueblecito medieval edificado en la roca en lo más alto de la montaña. La arboleda fue el lugar cómodo y atractivo para acampar y pasar el día.
Una vez acomodados alrededor de dos grandes mesas comenzamos tomando un cafecito juntos mientras las que prepararon el día nos repartieron una pegatina con un símbolo, que enseguida adivinamos, era nuestro nombre en “hebreo” o así lo fuimos interpretando. Y nos creó un interrogante.
Llegó la hora de visitar el pueblecito. Nos esperaban el alcalde, Javier Romeo, que vino a darnos la bienvenida, y el excelente guía que tuvimos, José Francisco Casabona, buen conocer de la historia del pueblo, y conocido de una chica del equipo. Saludamos también al sacerdote que se hizo presente cuando visitamos la Iglesia románica muy bonita.
Fuimos recorriendo el pueblo con el guía como la mejor manera de conocerlo. Ya de lejos se contemplaba un conjunto arquitectónico medieval con gran variedad de flora y fauna enclavado en un lugar privilegiado de valles, rocas y calles estrechas.
El Frago pertenece a Zaragoza, con unos 50 habitantes, dependiendo de la época del año. Es parte de la comunidad de Cinco Villas. En la Edad Media era lugar de frontera. Lo más significativo es cómo mantienen en sus empinadas calles algunos restos de su judería. A lo lejos se divisaban restos del cementerio judío. Pasamos por la antigua cárcel municipal.
Recientemente el gobierno aragonés ha creado un Centro de Interpretación dedicado al estudio de la escritura en el Aragón judío de la Edad Media. Y allí se guarda la colección más importante de epigrafía hebrea de la región. Con ayuda del guía, pudimos apreciar, en una de las viviendas de la calle Mayor, una lápida utilizada en la fachada de una casa sobre el dintel de la puerta. Vimos cosas muy interesantes. Nos quedamos con una idea de la cultura y vida cotidiana de la comunidad judía que ya entonces convivía allí con cristianos y musulmanes. En realidad la sala lleva el nombre RabiYomTob.
Realizada la visita, bajamos de nuevo a la arboleda, hicimos un corro para jugar el juego del Paracaídas en el que teníamos que decir qué creíamos que la pegatina que habíamos recibido significaba, qué veíamos en el dibujo que tenía y qué sentido le dábamos. Cada uno llamaba al siguiente que metiéndose por debajo sacaba la cabeza en el agujero del centro, mientras los demás íbamos cogiendo una punta del paracaídas sacudiéndolo para recibir aire puro. Nos divertimos compartiendo un poco más de nosotros mismos y dándonos a conocer. Y cuando nos dimos cuenta ya era de compartir la mesa. Cada uno habíamos preparado para la comida lo mejor que sabemos hacer. La mesa estaba llena de cosas exquisitas, pero antes, se nos recordó que era la fiesta del Corpus, de Caritas. Leímos, entre unos cuantos, el evangelio de la fiesta y nos dimos cuenta de la relación que tenía lo que estábamos haciendo... No podíamos comer sin compartir entre nosotros y sin recordar a los que no tienen nada. Seguimos compartiendo vida y después de un delicioso postre de tarta de queso nos preparamos para una buena siesta en el suelo, sobre la hierba.
A media tarde otra dinámica alrededor de los árboles centenarios: Parábola del árbol de los deseos. La fuimos leyendo entre todos y sacando la moraleja, Aquí nos faltó tiempo para compartir más...
Y al final, nos descubrieron el verdadero significado de la pegatina y cada uno recibió el regalo de la “escobita” para ayudarnos a barrer los pensamientos que no nos ayuden a cumplir nuestros deseos y a vivir nuestro día compartiendo el bien, la paz, la honestidad, el aprecio común, la solidaridad...
Recogimos con rapidez y nos distribuimos los “bienes” que quedaban. Volvimos a casa más relajados y contentos.
Y ahora, en síntesis, podemos decir y agradecer algo de lo que fuimos diciendo al final: “Lo pasamos bien, estuvimos con buena compañía. Haberme encontrado con dos de mis compañeros que no me lo esperaba”. “La buena compañía, lo he pasado muy bien estando aquí en la naturaleza y con las personas que aprecio”. “Un día de unión completa entre chicos, familias y equipo. Todos juntos, una sola familia”. “Un ambiente caluroso del grupo que crece cada año y se renueva con miradas y edades diferentes.” “Me lo he pasado muy bien, en buena compañía. Nos hemos reído mucho. Me ha gustado mucho el pueblo” – Calurosa acogida del alcalde y del guía con sus conocimientos fabulosos que nos ha compartido”. “Día súper agradable con una comida campestre muy buena.
La Comisión de preparación estupenda. Estar en compañía de gente entrañable y pasar un día en el campo desconectada del todo…
Por todo esto y mucho más ¡GRACIAS!
Grupo de amigos y Equipo de Cáritas Daroca y Zuera