07 julio, 2014

El equipo del Proyecto de Cárcel va de excursión







Acogida, cercanía, fraternidad, presencia, comunión… fiesta de la Caridad.
Construyendo juntos espacios de esperanza. Así fue nuestra excursión.

Comenzamos nuestro día sin saber lo que íbamos a vivir. Fuimos llegando poco a poco y fue una alegría grande encontrarnos con la familia de Francisco. Cada uno llevó su especialidad, lo mejor de sí para disfrutar de la convivencia.
         Medio de transporte, la  camioneta de la Residencia de Santa Teresa y el coche de Caritas que nunca falla. Nuestros pilotos, Julio y Teresa Narbona.
         Salimos camino del monasterio de Veruela donde hicimos nuestro primer alto en el camino. Nuestras guías: Espe y Elena. Aparcamos, caminamos y  encontramos un  lugar para nosotras. Nos sentamos alrededor de unas mesas y, al aire libre, mientras desayunábamos, nos dieron la primera sorpresa que nos habían preparado. Abrieron una caja forrada de azul oscuro y cada uno fue invitado a coger un sobre blanco con un mensaje de bienvenida dentro: 

“Has aceptado la invitación para venir a la excursión.
Quieres disfrutar del aire libre, buena comida compartida,
una compañía que te hace reír y compartir experiencia de vida.
Por eso tú has traído a este viaje una….
Visera, unas gafas de sol, una mochila, una manta...”
¿Qué has traído para el camino?

Y después caminamos hasta el monasterio de Veruela con visita guiada. Precioso el monasterio cisterciense de Santa María de Veruela, en las faldas del Moncayo y fundado en el siglo XII. Han pasado muchos años y hoy podemos admirar el arte que expresaba un modo de vivir propio de la orden monástica cisterciense. Sorpresa, admiración, ojos y corazón abiertos para percibir y dejarnos sorprender… Admiramos el claustro, centro del monasterio. Recorrimos lo que fue cocina, refectorio, el lugar de estudio, la Iglesia de la abadía, torre medieval, capilla de la virgen Aparecida, la puerta que daba a la huerta de los monjes. La regla de san Benito ordenaba la vida de los monjes con su “ora et labora”. Es todo un conjunto de belleza que aquieta el alma e invita a contemplar en silencio. Sentido profundo de quien es Dios y quien la criatura. Toda una obra de arte.
Y de Veruela nos fuimos en coche al Parque Natural del Moncayo. Llegamos a Agramonte y allí tuvimos nuestra primera “lección” sobre las bellezas que este parque encierra. A lo lejos San Miguel desde donde podíamos vislumbrar el santuario de la Virgen del Moncayo. Teníamos muchas ganas de ver de cerca el monte y de  disfrutar juntos de su belleza natural. Contemplamos tres de los glaciares que se van formando como consecuencia de la nieve acumulada cada año, la diversidad de árboles según la altura que alcanzábamos: encinares, rebollares y hayedos, acebos, matorrales, romero, coscojas, aliagas… Se nos despertaron todos los sentidos: ojos, oídos, corazón, tacto, olfato para no perder nada de lo que la naturaleza nos regalaba. Aquí nos hubiéramos quedado, para contemplar y agradecer…
Y después de un buen rato de disfrute comenzamos nuestro descenso en busca de un lugar para comer. Descubrimos unas mesas y allí nos quedamos. Empezamos a sacar los manjares exquisitos elaborados por el equipo para disfrutar y gustar de lo que cada una hace mejor: ensaladilla, empanadas, tortillas, dulces y trenzas típicas, buen vino y diversidad de bebidas.  Nos fuimos haciendo conscientes y nos acordamos de tantos hermanos nuestros que pasan hambre y no tienen nada que comer. No faltó un cafecito para reposar la comida.


Por fin llegó la hora de coger nuestra manta y de extenderla sobre el suelo. La actividad consistía en tumbarnos boca arriba y contemplar la naturaleza. Tener un tiempo largo para entrar en silencio  y contemplar lo que teníamos  a nuestro alrededor.  Sin prisas nos hicimos conscientes de la luz, los árboles, el movimiento de las nubes, el cantar de los pájaros, la brisa suave que nos serenaba… y así en silencio disfrutamos juntos y conviviendo de distintos modos.
¿Qué pasó en nosotras? Compartimos y nos llenamos de alegría, de haber tenido la oportunidad de vivir un día en que el acompañamiento del equipo para el equipo es posible también de este modo. Nos comunicamos más, nos sentimos más cerca, más unidas, más en solidaridad.  Construyendo juntos espacios de esperanza.
Después de todo esto nos fuimos a Tarazona y visitamos la catedral, una verdadera joya de arte. La ciudad estaba de fiesta medieval y pudimos apreciar además la belleza de la época.
GRACIAS a todos es la única palabra que nos queda en el corazón y… echamos en falta a los que no pudieron estar.




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