La Cuaresma es el tiempo litúrgico en el que se propone una reflexión en torno a la necesidad de la conversión personal y comunitaria. El Papa Francisco para la Cuaresma del presente año ha lanzado un mensaje en el que sitúa la necesidad de la conversión en torno a una meditación sobre la pobreza y más en concreto sobre esta aparente contradicción evangélica: la riqueza de la pobreza. El camino de la conversión, subraya Francisco ha de partir de la pobreza tal como señala Pablo de Tarso en una de sus cartas a los corintios: “se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza”.
La pobreza de Cristo que nos enriquece, dice el Papa, “consiste en el hecho de que Jesús se hizo carne, cargó con nuestras debilidades, comunicándonos la misericordia infinita de Dios. La pobreza de Cristo es la mayor riqueza.” Cuando Francisco, tres días después de ser elegido, exclamó ante una multitud de periodistas “¡cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!” estaba señalando sin lugar a dudas un deseo de conversión que apuntaba a lo comunitario y eclesial, pero también a lo personal mirando al corazón de todos los creyentes en Jesús de Nazaret.
La advertencia que emana del mensaje de Cuaresma del Papa es muy clara. Podríamos pensar que la pobreza de Jesús fue su camino, pero que, después de Él, ya podemos salvar el mundo con los medios humanos adecuados. Sería un error. La riqueza de Dios no pasa a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo.
Para caminar por la senda de la pobreza, único camino avalado por la buena noticia de Jesús, es preciso compaginar la marcha con un proceso de despojo. Y la Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse. Nos hará bien preguntarnos, señala Francisco, de qué debemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. Esas preguntas tienen un enorme sentido ante la situación de pobreza, miseria, exclusión y abandono de tantos hermanos. Francisco invita a cada persona y a las comunidades eclesiales a salir de si mismas y a caminar hacia las periferias existenciales, allí donde los pobres hacen estancia.
Cuando hablamos de la penitencia cuaresmal corremos el riesgo de perder la perspectiva y centrarnos en aspectos de ayunos, abstinencias, ceremonias exteriores y limosnas exclusivamente de fachada y dirigidos a acallar o tranquilizar en falso las conciencias. El mensaje de la penitencia cuaresmal tiene una dimensión más profunda porque entra en nuestro corazón y se extiende a toda nuestra vida. Nos interpela para liberarnos de nuestra soberbia, de nuestra prepotencia, de nuestros juicios de valor egoístas y nos invita a despojarnos de nuestro tiempo, de nuestro dinero para transitar por los senderos humanos y evangélicos del perdón, de la solidaridad, del compartir, de la entrega, de la justicia. Y así el Papa advierte: “no olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele”.
Ramón Sabaté Ibarz
Voluntario del equipo de comunicación de Cáritas Zaragoza
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