Acogida, cercanía, fraternidad, presencia, comunión…
fiesta de la Caridad.
Construyendo juntos espacios de esperanza. Así fue
nuestra excursión.
Comenzamos
nuestro día sin saber lo que íbamos a vivir. Fuimos llegando poco a poco y fue
una alegría grande encontrarnos con la familia de Francisco. Cada uno llevó su
especialidad, lo mejor de sí para disfrutar de la convivencia.
Medio de transporte,
la camioneta de la Residencia de Santa
Teresa y el coche de Caritas que nunca falla. Nuestros pilotos, Julio y Teresa
Narbona.
Salimos camino del
monasterio de Veruela donde hicimos nuestro primer alto en el camino. Nuestras
guías: Espe y Elena. Aparcamos, caminamos y encontramos un lugar
para nosotras. Nos sentamos alrededor de unas mesas y, al aire libre, mientras
desayunábamos, nos dieron la primera sorpresa que nos habían preparado.
Abrieron una caja forrada de azul oscuro y cada uno fue invitado a coger un
sobre blanco con un mensaje de bienvenida dentro:
“Has aceptado la invitación para venir a la excursión.
Quieres disfrutar del aire libre, buena comida
compartida,
una compañía que te hace reír y compartir experiencia
de vida.
Por eso tú has traído a este viaje una….
Visera, unas gafas de sol, una mochila, una manta...”
¿Qué has traído para el camino?
Y
después caminamos hasta el monasterio de Veruela con visita guiada. Precioso
el monasterio cisterciense de Santa María de Veruela, en las faldas del Moncayo y
fundado en el siglo
XII. Han pasado muchos años y hoy podemos admirar el arte que expresaba un modo de
vivir propio de la orden monástica cisterciense. Sorpresa, admiración, ojos y
corazón abiertos para percibir y dejarnos sorprender… Admiramos el claustro,
centro del monasterio. Recorrimos lo que fue cocina, refectorio, el lugar de
estudio, la Iglesia de la abadía, torre medieval, capilla de la virgen
Aparecida, la puerta que daba a la huerta de los monjes. La regla de san Benito
ordenaba la vida de los monjes con su “ora et labora”. Es todo un conjunto de
belleza que aquieta el alma e invita a contemplar en silencio. Sentido profundo
de quien es Dios y quien la criatura. Toda una obra de arte.
Y
de Veruela nos fuimos en coche al Parque Natural del Moncayo. Llegamos a
Agramonte y allí tuvimos nuestra primera “lección” sobre las bellezas que este
parque encierra. A lo lejos San Miguel desde donde podíamos vislumbrar el
santuario de la Virgen del Moncayo. Teníamos muchas ganas de ver de cerca el
monte y de disfrutar juntos de su
belleza natural. Contemplamos tres de los glaciares que se van formando como
consecuencia de la nieve acumulada cada año, la diversidad de árboles según la
altura que alcanzábamos: encinares, rebollares y hayedos, acebos, matorrales,
romero, coscojas, aliagas… Se nos
despertaron todos los sentidos: ojos, oídos, corazón, tacto, olfato para no
perder nada de lo que la naturaleza nos regalaba. Aquí nos hubiéramos quedado,
para contemplar y agradecer…
Y
después de un buen rato de disfrute comenzamos nuestro descenso en busca de
un lugar para comer. Descubrimos unas mesas y allí nos quedamos. Empezamos a
sacar los manjares exquisitos elaborados por el equipo para disfrutar y gustar
de lo que cada una hace mejor: ensaladilla, empanadas, tortillas, dulces y
trenzas típicas, buen vino y diversidad de bebidas. Nos fuimos haciendo
conscientes y nos acordamos de tantos hermanos nuestros que pasan hambre y no
tienen nada que comer. No faltó un cafecito para reposar la comida.
Por
fin llegó la hora de coger nuestra manta y de extenderla sobre el suelo. La actividad consistía en tumbarnos boca
arriba y contemplar la naturaleza. Tener un tiempo largo para entrar en
silencio y contemplar lo que teníamos
a nuestro alrededor. Sin prisas
nos hicimos conscientes de la luz, los árboles, el movimiento de las nubes, el
cantar de los pájaros, la brisa suave que nos serenaba… y así en silencio
disfrutamos juntos y conviviendo de distintos modos.
¿Qué
pasó en nosotras? Compartimos y nos llenamos de alegría, de haber tenido la
oportunidad de vivir un día en que el acompañamiento del equipo para el equipo
es posible también de este modo. Nos comunicamos más, nos sentimos más cerca,
más unidas, más en solidaridad. Construyendo juntos espacios de esperanza.
Después
de todo esto nos fuimos a Tarazona y visitamos la catedral, una verdadera joya
de arte. La ciudad estaba de fiesta medieval y pudimos apreciar además la
belleza de la época.
GRACIAS
a todos es la única palabra que nos queda en el corazón y… echamos en falta a
los que no pudieron estar.