José (nombre ficticio) ha querido dejarnos su testimonio por si puede ayudar a otros que estén en su misma situación.
Le agradecemos que con su historia personal nos acerque a la realidad de tantos hermanos que tienen que dejar su tierra.
Llegué a Zaragoza hace casi un año. Estoy casado y tengo dos hijos. Tuve que dejarlos en mi país.
Allí era promotor de derechos humanos en un ONG y me costó mucho cambiar de vida, dejar mi país… En la organización llevábamos años denunciando las irregularidades promovidas por el gobierno en cuanto a salud, educación y a todo tipo de injusticias. En el momento en el que el pueblo decidió salir a las calles de forma pacífica, comenzaron los problemas para la asociación y las personas que trabajábamos en ella. Nos requisaron los ordenadores, quemaron parte de la sede y el propietario del local nos pidió que nos fuéramos. Tras todo eso, comenzaron las amenazas.
Mientras el pueblo salía a la calle pacíficamente, el gobierno envió a las fuerzas militares disparando de frente. Hubo cientos de muertos y heridos. Pasados unos meses donde la tensión política y civil en mi país era muy complicada, recibí una orden de captura por terrorismo. Me dieron una paliza que me ocasionó diversas fisuras y roturas de hueso. Me escondí durante más de dos meses para recuperarme, durante ese tiempo a mi padre lo cogieron preso para obligarme a salir de mi escondite.
Mis compañeros de la ONG habían sido apresados todos. Mi familia estaba sufriendo un auténtico asedio por mi situación. Decidí que la mejor solución era salir del país.
Cuando llegué a España, un familiar me acompañó a Cáritas donde me acogieron y acompañaron en este difícil camino.
Hoy tengo el carnet de protección internacional y doy clases de español como voluntario a personas africanas, pero desgraciadamente no me relaciono con compatriotas míos por seguridad, he sido avisado de que es peligroso. Me gustaría trabajar, soy licenciado en Administración de Empresas y casi tengo finalizada la carrera de Derecho, pero en mi país no me permitieron compulsar mi título por lo que no puedo convalidar mis licenciaturas en España, ello me impide poder trabajar de mi profesión.
Sufro mucho por estar separado de mi familia, pero no pierdo la esperanza de poder reunirme con ellos pronto.
Testimonio extraído del boletín semestral de Cáritas nº65.
Está disponible en el siguiente enlace